En poco menos de una década el aspecto de las ciudades y entornos urbanos actuales ha experimentado un cambio como fruto de los propios cambios que experimentan las distintas sociedades y su reflejo en las fisionomías de los entornos y la forma en que estos funcionan.
La necesidad de buscar nuevas alternativas tecnológicas que encajen dentro de las ciudades actuales y futuras, han dado como resultado un avance espectacular y un relanzamiento de sistemas de energías más limpias que conocíamos hasta ahora.
La industria automovilística que no es ajena a este nuevo escenario y que durante años condicionó el funcionamiento de las grandes urbes, realiza su aportación en la investigación, desarrollo y puesta en marcha de nuevos sistemas de conducción y motorización moderna como son la conducción autónoma, los coches híbridos y los de motorización eléctrica.
Todos estos cambios, además de apostar decididamente por un futuro de tecnologías y comunicaciones interconectadas unas con otras, se dirige de modo imparable hacia una racionalización y optimización del uso de unas energías limpias, renovables que nos permitan desarrollar sin peligro el crecimiento de las ciudades en un mundo cada vez más poblado y necesitado de soluciones.
La reducción de emisiones contaminantes, la recuperación de los espacios verdes para las personas y una mejora de la movilidad urbana son desde ya, parte de la lista de principales objetivos de cualquier gobierno o autoridad local, como así lo demandan sus ciudadanos.
La idea de una mayor autogestión de la ciudad como si de un ecosistema “vivo” se tratase, se apoyarán también en tecnologías muy en boca de todo el mundo, como puedan ser el IoT, el Machine Learning o el procesamiento y gestión Big Data. Así la configuración de las ciudades inteligentes del futuro en poco o nada se parecerán a las que conocemos hoy en día, que cambian al ritmo de las mismas sociedades.
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